En el mundo hay, al menos, 949 teatros romanos, distribuidos por toda Europa, parte de Asia y norte de África. Su estado de conservación es muy desigual y su fidelidad con la construcción original, en muchos casos, dudosa y hasta escandalosa. Italia, con 201 está a la cabeza, seguida por Turquía (186), Grecia (170), Francia (139), Túnez (45) y España, con 38. Yo he podido conocer algunos de los existentes en Argelia (Caesarea/Cherchell y Tipasa), Roma (teatro de Marcelo), los dos de Pompeya, el de Larache (antigua ciudad del Protectorado español en Marruecos), Lisboa, Avenches (Suiza) y Bulla Regia, Carthago y Thurgga, en Túnez, además de los hispanos de Bolonia (Baelo Claudia), Cádiz, Itálica, Medellín, Regina (Casas de Reina), Sagunto y, claro, el de mi patria chica, Mérida.
Los que más me impresionaron fueron los que menos “restauraciones y rehabilitaciones” habían sufrido. Maravillosos los de Argelia, Pompeya, Larache, Bulla Regia y Thugga, en Túnez. Ruinas magníficas donde se podían oír los diálogos de los actores y hasta los aplausos del público. En Baelo Claudia, Itálica y Carthago… sólo oía el sonido de algunos pájaros. Y en Sagunto, un silencio espantoso. No sabía si estaba en el siglo I d.C o en el siglo XXI.
En 1984 de abordó la “rehabilitación” del teatro saguntino. Las obras comenzaron en 1990 y terminaron en 1994, pero en 1993 el TSJCV (Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana) consideró las obras ilegales, al estimar que era una obra nueva que asentaba y ocultaba las originales romanas. El Tribunal Supremo ordenó la demolición en 2008 de las gradas (blancas como una patena) y del escenario, que parecía la entrada a una estación de autobuses.
Recientemente, en este periódico, se decía que el teatro romano lo “ponían guapo”, en alusión a las nuevas gradas instaladas, sobre las originales romanas. Toda la “cavea inma”, la inferior, separada del escenario por la “orchestra”, está ocultada por material no romano, siendo invisibles los graderíos romanos; ahora se ocultan las gradas de la “cavea media”. Sólo nos queda “el gallinero”, la “cavea summa”, tan deteriorada, que hay que temer que pongan unas gradas supletorias metálicas… Vista la sensibilidad de técnicos y políticos de cualquier color.
Pronto, si alguien mira desde la “scena” hacia los graderíos, sólo verán materiales de los siglos XX y XXI. Nada romano.
La reconstrucción de la “scena” se hizo con una sensibilidad y unos conocimientos históricos encomiables. Fue una anastilosis (reconstrucción con partes originales antiguas) con poca aportación de materiales no romanos.
¿Y lo que se ha hecho es legal? Pues lo tendrán que decidir los tribunales, porque lo que dice la legislación vigente está muy claro: que no se pueden desarrollar realizaciones miméticas que falseen la autenticidad histórica, que es precisamente lo que se ha hecho, disponiendo unos materiales de visión muy parecida a los romanos, sólo que no son romanos…
¿Vamos camino del bodrio de Sagunto? Pues parece que sí. Porque si lo que prima en el teatro romano de Mérida es acoger más público para conciertos y el mal llamado festival de teatro ¿clásico?, en vez de su disfrute, contemplación y conservación, ¿Quo vadis? ¿Sagunto…?
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Francisco R. Blanco Coronado
Presidente de FONDENEX