Foto: Mercedes Rodríguez.
El Lobo (Canis lupus signatus) es un animal que se ha puesto “de moda”. De ser una especie casi totalmente olvidada, por su escasez, por un lado, y por el abandono humano de amplias zonas de nuestro país, por otro, se ha instalado en la cresta de la ola de un debate entre quienes propugnan su extinción y quienes queremos que tenga derecho a la vida.
La regresión del Lobo en Extremadura ha sido realmente dramática en la segunda mitad del siglo XX, desapareciendo de numerosas comarcas donde antaño fue abundante. Cornalbo y Gredos (1960), Hornachos y Sierras Centrales (1963), Monfragüe (1964), Villuercas (1966), frontera con Portugal en Zarza la Mayor (1969), Hurdes y Sierra de Gata (1971), y por fin, la última población estable, la de sierra de san Pedro, a finales del siglo XX. Entonces se evaluó la población española de lobos en unos 2.000 individuos, una treintena en Extremadura.
A este animal se le ha perseguido de todas las formas posibles: a tiros, con cepos, cebos envenenados… Si a eso sumamos la destrucción de la vegetación natural, las carreteras, los embalses, etcétera, es fácil comprender que estuviera ya al borde de la extinción en los años ochenta y noventa del pasado siglo.
- Primera aclaración: el Lobo no es un animal peligroso para las personas, como contrariamente se cree. Según el Prof. Dr. Suminski, del Instituto de Recursos Forestales de Varsovia (región lobera por excelencia), “no se conoce ningún caso probado científicamente de ataques de lobos a personas”. Según el Prof. Dr. Grzimek, director del Parque Zoológico de Frankfurt, “en los archivos de Prusia, y en más de 300 años, no hay un solo caso comprobado de muerte de seres humanos por lobos”. Nosotros hemos obtenido testimonios directos de pastores y cabreros que habían forcejeado con lobos por una oveja o una cabra. Hay una gran leyenda negra sobre esta especie y, curiosamente, donde abunda, menos miedo se le tiene.
- Segunda aclaración: daños producido por los lobos a la ganadería. En un estudio realizado en el norte de España a final del siglo pasado, en dos años, los lobos mataron 350 ovejas, 100 cabras, 120 perros, 70 terneros, 15 potros y 5 burros, lo que en pesetas eran aproximadamente algo más de dos millones y medio (unos 15.000 Euros). Cantidad notable para un ganadero de entonces, sin duda, pero totalmente irrelevante para un Estado que tenía (y tiene) la obligación de conservar su patrimonio natural, y el Lobo, formaba (y forma) parte parte de él.
Indudablemente, la conservación del Lobo no puede hacerse a costa de los ganaderos, quienes tienen unos derechos que hay que respetar. Conservar el Lobo exige un presupuesto de la Administración para pagar daños, a precio de mercado (como mínimo), y de forma rápida y con poca burocracia. - Tercera aclaración: no todo lo que mata ovejas, cabras, caballos o vacas es “lobo”. Hay perros asilvestrados que matan ganado y especies cinegéticas. Estos perros proceden de recovas o han sido abandonados por sus dueños y su comportamiento osado, con ataques a plena luz del día, los convierten en un verdadero peligro para el Hombre, a quien, a diferencia del Lobo, no temen, porque convivieron con él.
Saber si a una oveja o a un ternero lo ha matado un “lobo” o un “perro”, no es muy difícil. Las heridas producidas por los perros asilvestrados son muy difusas, en diversas partes del cuerpo de la presa, y los animales, más que por las heridas en zonas vitales, mueren por el stress provocado por los politraumatismos durante la persecución. En el caso del Lobo la lesión que causa la muerte consiste en un mordisco (pocas veces dos), localizado exclusivamente en la región retro-mandibular (garganta). Los perros salvajes que atacan a las ovejas agarran la lana y dejan jirones durante toda la persecución; en el caso del lobo, no se encuentran los jirones de vellón:
- Los perros salvajes, en Cataluña, mataron en una noche más de 200 ovejas, mucho más que los osos y los lobos en un año en esa comunidad (2021).
- En 2005, en Galicia, con una población de lobos de unos 600 ejemplares, alrededor de un 30% de la población española, los daños atribuidos a los lobos fueron cuantificados en 70.000 Euros por la Consejería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia, pero este organismo oficial reconocía que la mayor parte de los daños atribuidos al Lobo son, en realidad, producidos por los perros salvajes.
En Asturias y Zamora, en siete años se dieron 473 notificaciones de muertes de diversas especies de ganado atribuidas a los lobos: muchos de estos casos fueron producidos por perros salvajes, pero además, en el Principado, el 13% de las denuncias eran falsas y en las tierras del norte de Zamora, el intento de hacer trampas llegaba al 15%.
En un estudio pionero realizado en España, Echegaray y C. Vila, averiguaron lo que comían los perros salvajes y los lobos mediante el estudio de sus excrementos. Los resultados fueron contundentes: el 32% de la dieta de los perros asilvestrados estaba compuesta por corderos, mientras que en el Lobo era de poco más de un 3%.
En Extremadura la población actual de lobos no se conoce con exactitud, y por desgracia puede que no haya ya una población estable, produciéndose únicamente incursiones desde el norte y el oeste (Castilla y Portugal). Su extinción es un drama para la Naturaleza. Es difícil entender las sierras de San Pedro, de Gata o Las Hurdes, sin lobos.
Si aparecen otra vez por nuestra tierra, por causas naturales y sin procesos de reintroducción, que quede claro, hay que hacer todo lo posible por conservarlos, eso si, no a costa de los ganaderos, que ya bastante problemas tienen, sino de la Administración, que fondos tiene para ello. Lo que cuesta un coche oficial o uno de los múltiples asesores nombrados a dedo, basta para pagar los hipotéticos daños de los lobos en un año, animales además muy carroñeros que limpian nuestros campos de cadáveres. Pero ¿quién protesta contra las jaurías de perros salvajes que cada vez más circulan por montes y dehesas? El Lobo sólo era malo en el cuento de “caperucita roja”.
Como decía Gloria Fuertes, “había una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos…”. El desconocimiento de la biología y la etología de los lobos, junto a la desidia de los organismos oficiales, no pueden condenar a una especie a la extinción.
Begoña Martín Costa
Graduada en Biología.
Vocal de FONDENEX